NUNCA LLEGARÉ A SANTIAGO

No es un diario de viaje. Es mucho más. Tampoco son solamente reflexiones de un andariego que, sin ser católico, hace el Camino de Santiago. Es cierto que Gregorio Morán –escritor y periodista-, sitúa su relato a lo largo de varias jornadas en el legendario Camino. Pero lo hace con el obsesivo afán de penetrar en la España profunda a lo largo de la ruta que va de Roncesvalles hasta Finisterre. Y hace la ruta a pie, sin concederse ninguna de las comodidades que la técnica moderna podría haber puesto a su disposición. Sin experiencia previa parte con una mochila cargada hasta los topes por una serie de objetos que, ya en las primeras jornadas, demuestran ser innecesarios. Una vez desprendido de todo lo superfluo, se zambulle en esa España profunda, imposible de conocer si no es a pie. El auténtico caminante es una especie casi en extinción. Sólo se anda a pie cuando las circunstancias lo exigen. En la mayoría de las grandes ciudades hasta es imposible entrar si no es en coche o en moto. El talento y el vuelo poético de Gregorio Morán llevan al lector, jornada tras jornada, a recuperar el placer de la caminata. El escritor logra hacerle ver, entender, rechazar o deslumbrarlo tanto por un paisaje como por un monumento laico o religioso, un bar de mala muerte en algún caserío perdido, o un “alojamiento para peregrinos