FERNANDO ZAMORA (HOMENAJE)

¿Quién, sino Fernando Zamora, era capaz de hurgar en las grietas del aire, meter la mano y sacarla siempre con algún objeto impensable?

¿Quién, sino él, podía reconocer todas las formas del agua, las cosas que dice el viento, los mudos mensajes de las plantas humildes de cualquier camino, de las piedras tantas veces pisadas por las sandalias de antiguos y nuevos caminantes?

¿Quién más conseguía retener el azul tras el azul de un cielo sin nubes y extraer petróleo del silencio?

¿Quién era capaz de concitar consensos y complicidades entre tantas personalidades contrapuestas, unidas por el hilo invisible de la amistad y el reconocimiento ante un artista y una persona irrepetible?

Vayan en su honor las escuetas palabras, de sus amigos y sirvan para recordar al hombre reflexivo y callado que fue Fernando.

Vayan también esos cuadros, fotografías, esculturas…como recuerdo y reconocimiento para quien no establecía fronteras, peajes o aduanas ni en la amistad ni en la creación, para quien se ofrecía entero, humilde y verdadero en todo lo que hacía.

Vaya esta introducción tan mínima, sin ruido ni alharcas, con la parquedad que a él le hubiera gustado, para el artista fraternal que nos regaló de su vida tanta emoción y tanta belleza.

Aquí, al abrigo de estas líneas, escondido entre color y materia, está el hombre silencioso al que tanto queríamos.