

Desde hace más de mil años, hombres procedentes de toda la cristiandad han acudido tradicionalmente en peregrinación al sepulcro del Apóstol Santiago en los confines de Europa, en los que aún perdura una de las principales raíces de occidente. Normalmente, los peregrinos, una miscelánea de naciones y condiciones, se servían de los caminos existentes, como las vías romanas seculares o incluso cañadas trashumantes cuyos orígenes se pierden en la noche de los tiempos. A su paso por País Vasco constituye en conjunto una red muy densa de rutas secundarias en las que abundan los hospitales y las pequeñas fundaciones religiosas, de las que aun actualmente en nuestro pueblo dan fe un gran número de casas “ospitalia”. Es en la zona de Saint-Palais-Ostabat en la que convergen todos estos itinerarios, puesto que se encuentra en pleno centro del País Vasco, para conformar un único Gran Camino hasta Compostela, como si no se tratase más que de enfatizar el vínculo privilegiado que desde siempre ha asociado el alma vasca al santuario del Finisterre ibérico.