Precisamente por ello, el jubileo —momento central en la «venta» de las indulgencias— fue objeto de ataques por parte de los protestantes en el siglo XVI y de los jansenistas en el XVIII. La Iglesia católica, a pesar de las críticas, defendió durante siglos sus aspectos más «materiales», como la posibilidad de representar lo sagrado a través de objetos —reliquias y obras de arte— con los que los fieles pudiesen entrar en contacto, y por medio de la peregrinación, práctica religiosa que implica corporalmente al creyente. Además, la apertura de la Puerta Santa, en la inauguración del año santo, representa muy bien este «puente» tendido entre el mundo material y el mundo espiritual.